Los sucesos de los últimos días, acontecidos tras la muerte de George Floyd e inmersos en la pandemia del COVID-19; han provocado una amplificación del movimiento de justicia racial en los Estados Unidos que está resonando en todas partes del mundo, incluso en Europa. Este post tiene como objetivo dar una idea de este movimiento desde un punto de vista del racismo sistémico, destacando cómo este acontecimiento se haya lejos de ser un incidente aislado formando parte de todo un sistema de opresión que necesita ser desmantelado.
Estos días se habla mucho del racismo sistémico, estructural e institucional. Pero, ¿Qué es, cómo se manifiesta y cuál es su relación con los incidentes en EEUU y el impacto desproporcionado de COVID-19? El racismo sistémico es un término para designar toda la estructura social que mantiene un sistema racialmente opresivo que privilegia y oprime a diferentes grupos raciales en la sociedad. Las manifestaciones de racismo sistémico son, por ejemplo, el racismo estructural e institucional. El racismo institucional se refiere al sesgo racial sistemático inferido en políticas o leyes, así como a su práctica (por ejemplo, sistemas de aplicación y judiciales). Este sesgo puede ser explícito o implícito, ignorando sistemáticamente las necesidades de las minorías raciales. El racismo estructural se refiere a las desigualdades arraigadas en el funcionamiento en todo el sistema de una sociedad que excluye a un número considerable de miembros de determinados grupos de una participación significativa en las principales instituciones sociales. Estos deben distinguirse del racismo interpersonal, que se refiere a las representaciones externas de intolerancia y discriminación entre individuos; y el racismo interiorizado, que no requiere una representación externa, sino que reside en el fuero interno de cada individuo debido a su pertenencia a la sociedad sistémicamente racista. Tal como explica la iniciativa Race Forward, el racismo sistémico puede manifestarse de diferentes formas e impactar un sinfín de campos, tales como la brecha de riqueza, el empleo, la discriminación en el acceso a la vivienda, la educación, la banca o salud pública, la vigilancia del gobierno, el encarcelamiento, las detenciones de drogas, las detenciones migratorias, la mortalidad infantil…
El homicidio de George Floyd en la ciudad estadounidense de Minneapolis constituyó la chispa que provocó multitud de movimientos de protesta en los Estados Unidos y en el resto del mundo. Pocas personas quedan que no hayan visto el video del arresto y muerte de George Floyd. Pero no se trata éste de un incidente aislado, y no debe confundirse con el punto de partida de un movimiento antirracista global. Desde 2013, #BlackLivesMatter ha documentado los incidentes racistas motivados por la supremacía blanca por ciudadanos negros en EEUU. #SayHerName es un movimiento social fundado por el African American Policy Forum (AAPF) y el Center for Intersectionality and Social Policy Studies (CISPS) que tiene como objetivo crear conciencia sobre las mujeres afroamericanas víctimas de la violencia y brutalidad policial en los Estados Unidos. Ambas iniciativas recopilan datos sobre la violencia por motivos raciales por parte de las autoridades públicas. Décadas de activismo de activistas antirracistas de derechos civiles en EEUU han allanado previamente el camino para estos movimientos. El mismo día que murió George Floyd, se hizo pública la grabación de un incidente en Central Park en el que una mujer blanca llamó a la policía, sin razón aparente, alegando que un hombre afroamericano (repitiendo en numerosas ocasiones en que él era afroamericano) estaba amenazando su vida. ¿Por qué es importante? Porque ella insistió en identificar al hombre (que no la estaba amenazando) como afroamericano. Activistas antirracistas han señalado de forma repetida que sólo alguien seguro de que mencionar la raza de aquel hombre de forma continua le conferiría una privilegio supremacista debido a los estereotipos raciales arraigados en las fuerzas policiales, habría hecho hincapié en ese hecho tantas veces. Lo que es necesario entender es que las protestas y los movimientos recientes no tienen una raíz y no nacieron cuando George Floyd fue asesinado por un policía la semana pasada. Esta ha sido sólo la más reciente de miles de muertes, y la punta del monumental iceberg del racismo sistémico. Las protestas claman justicia por todo ello, no sólo por la muerte de George Floyd.
Además de la indignación que ha seguido a los acontecimientos ya mencionados, los estudios han demostrado que las minorías étnicas están siendo afectadas de una manera mucho más extensa por el COVID-19. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, declaró hace unos días que «los datos nos hablan de un impacto devastador del COVID-19 en personas de ascendencia africana, así como en las minorías étnicas en algunos países, entre ellos Brasil, Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos. En muchos otros lugares, es de esperar que se estén produciendo patrones similares, pero no podemos afirmarlo con certeza debido, simplemente, a que datos desagregados por raza y etnia no se están recopilando o reportando». La falta de datos desagregados étnicamente la mayoría de los países europeos tal y como señala Bachelet, acentúa la necesidad de una recopilación sistemática de datos de igualdad desagregados. En el Reino Unido, la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS) publicó el 7 de mayo un escrito titulado «Muertes relacionadas con coronavirus por grupo étnico, Inglaterra y Gales: del 2 de marzo de 2020 al 10 de abril de 2020«, que muestra que los hombres negros en el Reino Unido tienen 4,2 veces más probabilidades de morir de COVID-19 que sus contrapartes blancos, al tiempo que demuestran que las minorías étnicas en general son más propensas a morir por COVID-19.
Clyde W. Yancy, MD, MSc, del Departamento de Medicina Interna de la Universidad Northwestern, declaró que en Chicago, más del 50% de los casos de COVID-19 y casi el 70% de las muertes por COVID-19 involucran a personas negras, aunque representan sólo el 30% de la población. En Suecia, Finlandia y Noruega se ha informado de que las minorías, como los somalíes, también se ven afectadas desproporcionadamente por el COVID-19. Adicionalmente, varios estudios (por ejemplo, aquí) han demostrado que los trabajadores negros y de otras minorías étnicas conforman un porcentaje desproporcionadamente grande en sectores que se han declarado como esenciales durante el COVID-19. Ello implica que están más expuestos a contraer el virus, además de ser más propensos a morir a causa de él.
Las protestas en Estados Unidos han servido para destacar tanto los síntomas como la enfermedad: el racismo. Y al igual que con el COVID-19, ningún país está a salvo. En cuanto a la aplicación de la ley y el sesgo policial, la Red Europea contra el Racismo (ENAR) declaró que la perfilación racial y la violencia policial en el continente durante la actual pandemia está afectando desproporcionadamente a las comunidades de minorías étnicas. Equinet publicó una serie de informes relacionados con el perfil étnico y racial en 2019, analizando la práctica, las acciones de los organismos nacionales de igualdad, y compartiendo buenas prácticas, así como recomendaciones para abordar los desafíos esbozados. Existen muchos datos sobre incidentes relacionados con el racismo sistémico contra diferentes grupos étnicos en la UE durante los últimos años. Teniendo en cuenta la tasa de infradeclaración percibida por parte de las comunidades minoritarias, es seguro suponer que los casos son significativamente mayores en número que los que se mencionarán en las siguientes líneas. Sin embargo, en comparación con la muerte de George Floyd, estos incidentes racistas no provocaron indignación generalizada en las sociedades europeas, a pesar de las numerosas manifestaciones de racismo sistémico en suelo europeo. En Bélgica, hace apenas unas semanas, Adil, un adolescente de 19 años de ascendencia marroquí, murió durante una persecución policial en Bruselas mientras que supuestamente huía de un control policial. Su muerte siguió a la de Mehdi, de 17 años que fue atropellado por un coche de policía. Sus muertes provocaron protestas en sus barrios, pero no movilizaron a la sociedad en general. La ONG ROMEA ha compartido recientemente el vídeo de la muerte del hombre romaní Miroslav Demeter en Žatec, República Checa, hace cuatro años. El hombre de 27 años murió en circunstancias muy similares a George Floyd, el 18 de octubre de 2016 en la pizzería Panamera después de que un conflicto con los clientes requiriera de una intervención de agentes de policía locales. Las grabaciones del incidente muestran cómo Miroslav es inmovilizado por la policía por la fuerza. Miroslav se quejó hasta que simplemente dejó de moverse. En febrero de 2017, la investigación fue cerrada y la muerte de Miroslav fue considerada causada por el consumo de drogas y no por el uso de la fuerza. Su muerte no provocó indignación general en su país. En 2019, nuevas pruebas salieron a la luz en el caso de Oury Jalloh, un solicitante de asilo en Alemania que presuntamente se suicidó quemándose a si mismo que sugerían que los funcionarios de la cárcel donde se encontraba estaban involucrados en el incidente, dado que sufrió heridas significativas antes de su muerte. Esta muerte tampoco provocó indignación general. En 2012, España fue condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y se le ordenó pagar una suma a una mujer negra de origen nigeriano debido a una investigación ineficaz de malos tratos e insultos raciales por parte de agentes de policía. En 2011, Mark Duggan, un ciudadano británico negro, fue disparado por la policía. Su muerte fue declarada lícita. En 2005, hubo protestas masivas y disturbios en Francia tras la muerte de dos adolescentes, Bouna Traoré y Zyed Benna tras huir de la policía. Estos ejemplos de violencia policial y racismo son sólo la punta del iceberg, y se pueden remontar a la cuestión más grande del racismo sistémico en nuestras sociedades que, como se mencionó anteriormente, se manifiesta de formas muy diferentes. La Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, FRA, publicó el año pasado un informe que analizaba la discriminación a la que se enfrentan las personas negras en la UE. Este estudio mostró, por ejemplo, que «las personas negras en la UE se enfrentan a dificultades inaceptables para simplemente encontrar un lugar donde vivir o conseguir un trabajo decente debido a su color de piel». Además, el 30% de los encuestados dijo que había sido acosado racialmente en los últimos cinco años, mientras que el 5% había sido atacado físicamente. FRA aconsejó que «los Estados miembros, por lo tanto, hagan mayores esfuerzos para apoyar mejor a las víctimas del racismo y para enjuiciar adecuadamente a los autores». Asimismo, ENAR publicó en 2017 un informe llamado «La brecha de la justicia: el racismo omnipresente en los sistemas de justicia penal en toda Europa«, destacando el racismo inherente e interiorizado del sistema de justicia.
Estamos a su servicio. Siempre. Los Organismos Nacionales de Igualdad son organismos encargados de proteger a los ciudadanos de la discriminación y el abuso. Lo hacen investigando casos de discriminación; construyendo una cultura que valore la igualdad; proporcionando información y, en en algunos países, ofreciendo apoyo legal a las posibles víctimas; efectuando el seguimiento y presentación de informes sobre cuestiones de discriminación; realizando investigaciones y la adoptando recomendaciones de políticas y colaborando con organismos públicos, empleadores y ONGs para fomentar prácticas no discriminatorias y garantizar la concienciación y el cumplimiento de la legislación sobre igualdad de trato. Puede encontrar una lista de Organismos Nacionales de Igualdad aquí. Hay muchos ejemplos de buenas prácticas por parte de organismos nacionales de igualdad. A principios de este año, por ejemplo, Unia en Bélgica creó un comité de supervisión sobre el racismo, siguiendo el ejemplo de uno anterior creado en torno a la discapacidad, junto con académicos, interlocutores sociales y OSC. El objetivo de este Comité es crear un espacio para el diálogo y la escucha, para sustentar el trabajo y la experiencia de Unia en el área y participar en los planes de trabajo del organismo. Al igual que paso con el movimiento #metoo, la reciente amplificación del movimiento de justicia racial en los Estados Unidos está resonando en todas partes del mundo, incluso en Europa. Más gente finalmente está escuchando lo que los activistas antirracistas negros han estado diciendo todo el tiempo, en Estados Unidos y Europa, lo que necesariamente cambiará la forma en que entendemos el mundo y la igualdad. Pero no cambiará hasta que todos y cada uno de nosotros reflexionemos y decidamos luchar contra el racismo todos los días. Tampoco cambiará a menos que cuestionemos los fundamentos del racismo sistémico en nuestras sociedades. Este es el momento de aprender y entender. De escuchar. Sólo entonces los muy necesarios cambios que necesitamos realizar tendrán efectos reales.
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